Tzompantli era un altar donde se empalaban ante la vista pública las cabezas aún sanguinolentas de los cautivos sacrificados con el fin de honrar a los dioses. Es una estructura que derivaba de la práctica entre los antiguos mesoamericanos de decapitar a las víctimas de los sacrificios humanos y conservar sus cráneos en una especie de empalizada de madera.
La raíz proviene de las palabras nahuas "tzontli" que significa cabeza o cráneo y de "pantli" que es hilera o fila. Por lo que tzompantli significa "Hilera de cráneos". Este nombre también se usa para llamar un árbol cuyo fruto es la flor conocida como colorín; misma que es comestible.
Si bien a ciencia cierta no se sabe el significado, se cree que el tzompantli no sólo servía como advertencia para los enemigos, sino que celebraba la vida, más que la muerte, como lo dice el arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez “es importante conocer el sentido de la religión y de la muerte para los pueblos prehispánicos. En la cosmogonía mesoamericana, los hombres existían para adorar y alimentar a los dioses con ofrendas; era una condición para que la vida continuara.”
Los cráneos que se encontraban en el tzompantli acompañaban al Sol desde el amanecer hasta el medio día, momento en el que las mujeres muertas en parto los relevaban acompañándolo hasta el ocaso, entonces viajaban por el inframundo hasta el amanecer cuando nuevamente los guerreros iban con el Sol.
Tzompantli en Chichén Itzá
La raíz proviene de las palabras nahuas "tzontli" que significa cabeza o cráneo y de "pantli" que es hilera o fila. Por lo que tzompantli significa "Hilera de cráneos". Este nombre también se usa para llamar un árbol cuyo fruto es la flor conocida como colorín; misma que es comestible.
Si bien a ciencia cierta no se sabe el significado, se cree que el tzompantli no sólo servía como advertencia para los enemigos, sino que celebraba la vida, más que la muerte, como lo dice el arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez “es importante conocer el sentido de la religión y de la muerte para los pueblos prehispánicos. En la cosmogonía mesoamericana, los hombres existían para adorar y alimentar a los dioses con ofrendas; era una condición para que la vida continuara.”
Los cráneos que se encontraban en el tzompantli acompañaban al Sol desde el amanecer hasta el medio día, momento en el que las mujeres muertas en parto los relevaban acompañándolo hasta el ocaso, entonces viajaban por el inframundo hasta el amanecer cuando nuevamente los guerreros iban con el Sol.

En el curso regular de Otoño en el CUART, iniciamos preparando un tzompantli en cerámica.
Así iniciamos, con altos y bajos relieves, y decorando cada una de las calaveras que hacían alusión a algún familiar que ya hubiera fallecido
Así quedaron!!!
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